Gonzalo Barrena.
Pravia y Cangas de Onís son dos pequeñas capitales de la región histórica, bañadas por dos importantes caudales. En el Nalón que se amansa con la proximidad de la ría de San Esteban, y en la tablada del Alto Sella, reman arriba y abajo con sus aguas los palistas de Los Cuervos, los del Sirio y los de La Llongar.
Desde sus inicios y sin merma de rivalidad, ambos clubs se tuvieron como conjuntos hermanos; y eran habituales las competiciones con embarcaciones compartidas por piragüistas de las dos formaciones.
Entre 1980 y 1984, fui profesor en el Instituto de Pravia y palista de Los Cuervos. Allí disfruté de la amistad de José Luis Parga y conocí -él era alumno y ya deportista- a Toni Mallo. Prematuramente fallecidos ambos, dan nombre a una prueba, el Memorial de Piragua-Cross que se cita en el Calendario Kayak, y componen ese espacio sutil que el pueblo reserva para el recuerdo de los hombres buenos.
Es cierto que tendemos a elogiar a los ausentes, y más si son apartados del existir de un modo tan brusco como intempestivo, pero no es menos cierto que los dos pravianos que hundieron las palas tanto como la amistad con muchos piragüistas de Cangas, eran francos y nobles por los cuatro costados. Parga era menudo, enjuto y correoso en las pruebas. Se batía en las internacionales arrimado a la orilla en los ascensos y apurando en las sequeras, cuando el caudal sorprendía a las anatomías del norte. Toni era bueno remando y un caballero en las salidas: la malicia de sus contemporáneos le deparaba esa noble desventaja. Era risueño y destilaba tanta paz como el otro, que también la llevaba de apellido.
Que su recuerdo proteja a los que reman en sus ríos y que cunda la amistad en estos tiempos -políticamente- tan canallas.
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(Publicado en el periódico «La Jueya», el 22 de enero de 2019)