Gonzalo Barrena

El domingo 14 de abril acompañó el sol. Un esforzado grupo de jóvenes y mayores llevó flores y reconocimiento a quienes defendieron con la piel los tres colores de la sencilla idea: la jefatura del Estado se elige, no se hereda.

Los actos republicanos son hermosos, mientras que los que se acomodan a la bandera forzada por Franco, y asumida a la trágala por la casta amedrentada del 78, no logran sacudirse de encima la gomina y falange del general. Por eso la enseña “roja y gualda” ha de mantenerse en la reserva patriotera de los documentos, en los desfiles, en el folklore de pago y en las caras maquilladas de los hinchas, pero no en la razón ni en la emoción del pueblo.

¿Qué es la España rojigualda a estas alturas?. Pues es principalmente Castilla más ignorancia, con un poco de internacionalismo en el que conseguimos respirar quienes amamos las leyes europeas, los derechos humanos y el bellísimo castellano de Cervantes. La otra parte de esa España, la de caspa y espada, podrá vencer a la corta, pero jamás logrará convencer.

De ahí que en El Fitu, en Gijón o en Madrid se avive el seso y despierte el ideal republicano, mantenido en rescoldos -heroicos- durante los 40 años de la dictadura, más los 40 siguientes “de blanqueo” perpetrado por las grandes marcas electorales del país, un país tan antiguo como plural pero donde las consultas y el federalismo se confunden hoy con delitos por jueces a la carta. 

También es de celebrar, en El Fitu del 14 de abril de 2019, el despertar de los socialistas, en el supuesto de que no vuelvan, ya en Arriondas, a la somnolencia monárquica en la que se vienen meciendo desde la mal llamada Transición, que fue principalmente, como se dijo, un blanqueo de los crímenes del general y de los negocios cómplices.

Así que pali que pali la musiquina de la República, tovía lloñe, va subiendo de volumen y se percibe ya, como en esos momentos adolescentes de cama y entresueño, donde confluyen el despertar y una banda que anuncia festejos de mañana. En El Fitu del domingo, la indiscutible labor de los organizadores ha puesto más cerca de todos los tres colores prometidos del futuro peninsular. Viva la República.