CARTA A GASPAR LLAMAZARES SOBRE LA HONESTIDAD

Gonzalo Barrena, militante de IU, Cangas de Onís.

Publicada en el diario La Nueva España, Asturias, 22 dic 2018.

La ambigüedad que rodea las recientes decisiones de Gaspar Llamazares, como las diversas interpretaciones que han provocado, merecen una consideración detenida. No procede enredarse en adjetivos cargados emocionalmente, como “tránsfuga”, “traidor”, por un lado, o “chivo expiatorio”, “víctima”, “expurgado”, por otro. Al menos no conviene cuando demasiadas circunstancias permanecen aún pendientes de aclaración. Pero ¿cómo procedería un forense en este caso?. La puesta en escena es la propia de una defunción, pues todo apunta a la liquidación de una antigua relación política, la de Gaspar Llamazares con la coalición que se formó a mediados de los 80, donde él ya operaba con protagonismo. Simulemos el oficio, por lo tanto, de un forense político.

Nadie le discute a Gaspar -ni a nadie- su derecho a interrumpir una relación, y nadie puede molestarse por el inicio de otra. Es más, en esta coyuntura no se sabe si convienen tales decisiones, tanto personal como políticamente. Y nadie le niega al compañero, por otro lado, los días y las horas, los años, el esfuerzo puesto al servicio de la organización de la que parece despedirse. Pero se le reprochan las formas y la intención que desprenden. Nadie está legitimado para abandonar una relación dañando a la otra parte, ni se debe buscar en la ruptura un instrumento para autopropulsarse. Gaspar utiliza indebidamente la espalda de sus inminentes excompañeros para darse impulso, y eso no está bien. Ser astuto ante los focos disimula pero no legitima, y ocasionar daño en el espacio que se deja no es una forma honesta de competir.

Y luego está la lógica esencial que valida los procesos, profundamente alérgica al ramillete de contradicciones que acompaña a esta salida por el foro: ¿cómo se puede promover explícitamente la convergencia mientras se dinamitan las relaciones?. ¿Cómo se puede denostar el “pactismo” entre las élites, y acompañarse con naturalidad de Baltasar Garzón o Varoufakis? ¿Y ofrecerse a liderar, en medio del desconcierto creado, unas elecciones europeas?. ¿Cómo se puede acusar a alguien de debilitar a Izquierda Unida alentando, desde ella misma, una formación con la que podría entrar en competencia?. Demasiadas contradicciones para seguir viendo pulcro el mantel, para exigir que se retiren de él las sombras emocionales de la traición, el transfuguismo y demás sospechas.

Posiblemente la aplicación del derecho estatutario sea lo de menos. Posiblemente haya que decirte, compañero, que nadie te echa cuando eres tú quien se va. Máxime cuando hasta el último momento se te pregunta por la decisión y nadie te empuja a nada. Pero ¿sabes? la verdadera responsabilidad en que incurres, yéndote así, es la de llevarte en unas alforjas apresuradas -que lo van perdiendo todo- el crédito de tus compañeros, de demasiados militantes que se preguntarán, sin seguirte, ¿por que te vas así, Gaspar?.