Barrio de El Príncipe, Ceuta. Octubre de 2023.
Gonzalo Barrena. El Faro de Ceuta, 13 nov 2023.
Para quienes duermen y desayunan todos los días en el casar apretado de El Príncipe, quizá todos los demás son extranjeros, aunque compartan con ellos una patria ausente.
Como las aldeas de montaña, como los pueblos que crecen alrededor de un brote de agua en la hamada y como todos los lugares que se abastan en identidad, la percepción del extraño es inmediata: algo en el caminar, en ir mirando y a la espera, indica que no compra el pan ni la leche en el barrio.
Habría que preguntarse si la Policía, cuando se adentra en El Príncipe, ha de venir necesariamente equipada así, con la ropa y los complementos que protegen el cuerpo del agente, porque en la mirada de los niños que crecen allí la imagen que se troquela es la de alguien lejano, alguien que protege su piel de las sombras del barrio, más inquietantes aún que el sol de África.
Pero conviene llamar de vez en cuando a las puertas de la utopía, por si alguien abre. Y en estos momentos en que España juega al mus sobre el tapete del territorio, con tantas parejas de conveniencia a la mesa, no veo por qué no podría pensarse en una policía de proximidad en El Príncipe. Una gendarmería, municipal o no, que manejase con soltura los complejos códigos del barrio y que proyectase sobre la retina del niño la confianza que desprenden los abuelos.
El sueño gráfico pasa por encima, es cierto, de un hábitat de carencias, con demasiados apellidos en precariedad y necesitado de una legión de arquitectos, fontaneros, sanitarios y maestros, que secundase la acción de los gendarmes.
Pero aquí va un dato a contrasueño: si el coste de los misiles “patriot”, de esos que estallan a 3 millones de dólares la pieza, se derivase a los barrios en modo “equipamientos”, cambiaríamos muerte por utopía y podríamos volver a entendernos en esto del patriotismo.