Ángela
Hay aún cierta calidad de vida, hay paz y hay hospitales; y hay días en que las cosas se dan bien. Devola el invierno de su mitad adelante, con la nieve llambiendo les cuestes, y siguen alumbrando las mujeres cada vez más protegidas del dolor.
En una de las habitaciones blancas, comenzó a respirar estos días un bebé que todavía no atiende -aunque lo lleve- al nombre de Ángela. Duerme con la dedicación de los recientes, que todavía son hijos del sueño porque apenas llevan unas horas fuera del limbo en que flotaron durante tantos meses. Conviene aprender a despertar, sentir el hambre y atisbar la vida consciente, rapacina, que son formas compañeras del existir humano. Y hay que espabilar prestu aunque el mundo, por ahora, se acomode a la teta y al calor, y a esa voz tan conocida que ha empezado a escucharse, de golpe, como si estuviese fuera del propio ser.
En la órbita sutil de la recién nacida, todo son cuidados y visitas, todo son parabienes al asomu de la futura mujer. Ya tiene sus modos dulces en las facciones, y justo ahora, entre almidones y ropa que no llena todavía, ríe sin saber la risa qué cosa es, madre…
Una mujer de Sebarga, con las rosas en la cara que llevan las asturianas de libru, afirmó: dicen que se ríen con los angelinos. Y será bien ciertu, y con ésta por demás, que le resultan tocayos.