(Tercer artículo de un conjunto de cinco textos publicados a principios de 2015, en vísperas de las elecciones generales y autonómicas)

NOVECENTO Y LAS MUJERES GRISES

Dónde van a parar los hombres con las mujeres grises, dónde van.

Mezcladas entre la gente del caserón, menudeaban de uno y otro sen varias mujeres grises. La cursilería técnica las llamaría “hembras alfa” por esa debilidad de traducirlo todo al lenguaje sexista. Pero las mujeres esas de allí no salen en el Gandía Shore de la política ni en los rituales de apareamiento entre líderes. Esas mujeres de pelo entrecano y madurez vienen de la estirpe de Novecento (Bertolucci, 1976). Hay una escena en la película roja que tiene la fuerza dulce de su determinación: en el andén de una estación parmesana, brotan a la vez el pueblo y la música, hermanos en la diversidad y en el vigor que adquieren las verdades suaves, femeninas, tan propias de esta modernidad que queremos vivir.

Un ejemplo de ese género era Paula, la diputada flamante del campo oriental. Otra, entre varias, pudo ser Telly, bendiciendo el diminutivo con esa letra ambivalente del alfabeto democrático. Esas dos mujeres faltaron en el estrado. No ellas, sino su significado, porque la esperada y joven Lara habló bien, pero con la vehemencia de los conversos, y está demasiado enamorada de su luz. Las mujeres grises, del otro lado, hablan quedo y y cierto, teniendo muy calculado el desajuste entre el ímpetu y la verdad.

En sus vidas reales las imagino artesanas de su tiempo y huerto, irguiéndose de tanto en tanto para quitar el sudor con el reverso de la mano, sin dejar de pensar. Y buscando tiempo como sólo saben hacer las mujeres: en ese sitio donde se le sacan horas al día, desconocido para los varones porque los hombres siempre se lo quitan a ellas. Y esas dos mujeres, como otras de su gris, estaban entre la gente del caserón. No arengaron, no agitaron, no cayeron en los espasmos de los recienes. Pero al menos en dos conversaciones de las suyas, desgranadas entre tanto cristiano viejo, se pudo colegir un estilo sin tiempo de avanzada modernidad: la ternura en la expresión de las razones, ésas que maltrata con tono rap la adolescencia de la política. Los más jóvenes del Caserón quedaron a años luz de su avatar y depurado estilo, porque la izquierda nueva crece como los arándanos, suave y decididamente, junto a una mujer de cabellos grises.