El gesto
Una jovencísima piragüista se bajó del tercer lugar que ocupaba en el podium. Durante la prueba, había competido duramente con las otras dos rapazas en el esforzado deporte del kayac.
Las tribus que amarran a las mujeres están llamadas a estancarse, pero donde se eliminan las barreras de género, todos son más guapos, todos reman mejor. En el deporte olímpico, como en el voto, apenas pasa de cien años el debut de las mujeres, aunque la igualdad continúa lejana para muchos, y para algunos otros la película está aún sin empezar. Peor para ellos.
Y peor para todos, también, porque la especie no progresa adecuadamente con la mitad de sus miembros. Valga como ejemplo el avanzado gesto que dedicó a las vencedoras la tercera y pequeña mujer; gesto del que carecen los deportes y tribus que sólo conciben la competición en masculino.
Porque las tres deportistas se batieron en el agua como leonas, hundieron las palas, y compitieron volviendo la vista atrás en ese instante fugaz del dorso con la piragua. En el mundo del piragüismo, las proas hienden el medio con suavidad, pero todos los que reman conocen la elasticidad del progreso, y la dificultad que tienen los metros hasta el barco del rival.
Terminado el aplauso y el ritual de los trofeos, bajaron las tres del caxón. Fue entonces cuando la nuestra -la chica de la que hablo- se volvió hacia las otras; y en un gesto de delicadeza indescriptible, acarició el pelo, el hombro y el brazo de sus dos vencedoras. Acompañándose en ello de una ternura antigua, y tan avanzada, que sólo distinguirán los deportistas con futuro.