Nunca (Artur) Mas
La democracia es un conjunto de posibilidades frustrantes, por lo general, que entraña de tanto en tanto una virtud: la de mandar a casa a quienes se obstinan en permanecer.
Ese placer debió sentir el internauta que incrustó en su comentario: “Arturo, hala a cagar duro”. Y a pesar de que la expresión no es bien sonante, aloja un significado que no podemos desaprovechar. Empezando por el seudónimo del autor, que firmaba como “Un esclavo del sistema” cargando de autenticidad el apodo porque nadie suele presumir de lo que es. Se puede amagar con faroles, desgracias o rangos, pero cuando alguien elige la realidad, rubrica y define su resquemor.
Lo que confiere verdad a la expresión y redime el lenguaje, pues quien suelta un taco frente al opresor en realidad está ejerciendo uno de los derechos fundamentales del talego. Un derecho natural del pueblo, porque es el único que sabe insultar, y de todas las víctimas del mal trato. Cuántas mujeres pronunciarán eso, para sus adentros, mientras piensan y doblan la ropa, cuántos españoles lo hicieron en noviembre del 75 y cuántos vecinos de Llanes -viniéndose acá- lo habrán dicho este pasado abril.
A uno, que es profesor, le asalta la duda sobre los alumnos que mascullarán eso al dejar el Insti, sabiendo que ya no los tienes cogidos por las evaluaciones. Pero miren, yo me doy por bien despedido, incluso así, si a cada cuánto -no se- se puede desalojar a una autoridad recalcitrante. Y hacerlo con ese donaire de quien, sabiéndose preso del sistema, se alegra de que lo dejen un rato en paz, ellos y su estreñimiento: Arturo…