Empacando papel
Como “periodismo rasante” entendí la función de este periódico en sus cumpleaños anteriores. Sigue siéndolo hoy, con dos décadas y media a hombros, en medio de una verdadera tempestad para la comunicación en papel.
Quizá su salud y su éxito tengan que ver, a pachas, con el pueblo en que se atrinchera y con su voluntad. Pues no basta con la idea, original y varias veces estudiada en el mundo de la universidad o de la empresa. No basta con la “pegada” de los editoriales, no es suficiente tampoco con poner hojas y tinta en los casares extremos, donde llega los miércoles el pan. Ni siquiera alcanza con haberle cogido el pulso a la patria bizarra del oriente o darle en el gusto al lector que madruga con la rosada. A todos esos desafíos en los que consiste la prensa del pueblo, hay que ponerle voluntad: sólo desde el empuje decidido y la tenacidad, que son mucho más que el trabajo, resulta posible mantener el acertado vuelo de su información rasante.
Que desde el suelo, el heno de sus landas arrope a la rotativa; y que podamos oír por muchos años el sonido de las máquinas empacando papel.
(Con ocasión del 25 aniversario de El Fielato.)