Gonzalo Barrena.
Ceuta comparte con Estambul la vigilancia de los mares antiguos, la pesca de proximidad y una capilaridad sensible con todo el comercio que transita por su hinterland. Con la capital del Bósforo comparte también la suerte fatal de emplazarse entre dos aguas, ser de Europa sin estar en ella, y pertenecer a un continente que es más bien de otros. La resultante de estar en medio del paso se traduce en una identidad fragmentada y rica, aunque desordenada en su percepción. Volvamos a hablar de arquitectura.
La ciudad de Ceuta es un laberinto de estilos, y como en Estambul, aunque en otra escala, tiene incrustadas en su interior joyas de valor, acosadas por desmanes arquitectónicos e impulsos constructivos sin cabeza. La Antigua Estación de Autobuses, ocupada ahora por la Jefatura de Policía, es un buen ejemplo de ello.
Fue construida entre 1933 y 1937 de acuerdo con el proyecto de José Blein Zarazaga, que participó también como coautor del IES “Siete Colinas”, dentro de lo que se conoce como Movimiento Moderno en el ámbito de la arquitectura.
La Antigua Estación de Autobuses es uno de esos bienes de gran interés en el patrimonio de la ciudad, milagrosamente conservados tras el trumpismo arquitectónico de los 60, que se adelantó varias décadas al político cuando se llevó por delante infinidad de edificios bellos, útiles y contenidos.
Las líneas de la antigua estación son puras y armónicas, cortadas con la decisión de los sastres que manejaban el oficio, cuando de un roto fabricaban un bolsillo y la vanguardia brotaba por atrevimiento. ¿Se han fijado en la disposición vertical de las ventanas?.
Hoy, híbrida de especulación y soberbia técnica, arrastrada por el algoritmo y la desproporción, la construcción continúa alejándose de la belleza.
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Publicado en El Faro de Ceuta, 11 de noviembre de 2023.