Se coronan las cumbres y los días del año, como si no hubiera cambio sobre la tierra que pisarán los noveles. Hay nieves, en plural, sobre los Picos de Europa.

Con el solsticio de invierno ya a la espalda, apetece pensar en las cosas que renacen. En el otoño que acaba de terminar, las lluvias y el frío, cada vez más renuentes, han vuelto; y Las Asturias vuelven a cobrar el perfil del estereotipo, haciendo creíbles por un día las campañas de publicidad sobre el verde y tal.

Y aunque la guerra entre la OTAN y Putin, a lomos de rusos y ucranianos, como la masacre de Netanyahu y sus cómplices sobre los palestinos, marchita el momento, siempre hay que dejar un hueco para la esperanza, que lo amanece todo.

De modo que, entre la Navidad y Los Inocentes, es buen día el de hoy para salir a pasear en medio de las verdades naturales, y sentir el frío en la cara, como es propio de la estación, y recordar un año más que ahí mismo está Enero, cuando vuelve a dar el sol en todos los regueros, y las profesiones, como la de enseñar, entran en la obligación de renovarse.

Milio Rodríguez Cueto acaba de publicar “Una profesión de mierda”, aunque probablemente venga confundido -en el título- el gremio con la profesión, que es sagrada. Porque los gremios siempre son oscuros y se sostienen en lo que ocultan, en lo que no puede decirse. En cambio, enseñar/aprender, como cualquier oficio, siempre es transitivo y ayuda a que salgan a la luz los bienes que uno lleva.

El día 22, al sol de Diógenes y de la Lotería, una profesora nueva, cantaba “Al alba, al alba…” cargada de futuro.

Felices Fiestas.

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El Fielato, 7 de noviembre, 2023.