Gonzalo Barrena. El Fielato, 26 feb 2024.
Al pairo de las elecciones gallegas, y de la sazón en votos que acaba de alcanzar “O Bloque”, apetece especular sobre la acogida que una opción nacional, regional o híbrida podría recabar en los fondos abisales asturianos, donde dormitan grandes bolsas de voto latente al borde de la mutación. En la profundidad de los barrios, los estadios y las colas del supermercado habita un pueblo que no tiene quien le escriba. Y menos aún que lo haga en esa lengua tan guapa, mestiza de praos y carbón.
Dicen que en el suelo de la región -todas lo son- no prenden bien las plantas nacionaliegas. Pudo ser. Sin embargo, y tomando el ferrocarril como metáfora, ahora que media población nagua por ponese n’AVE, no podemos descuidar otros anchos de vía. La RENFE poderosa busca el centro de Madrid, en trenes que h.ienden el jocicu per baxu la cordillera. Y una caterva de asturianos en procesión camina en pos de conciertos, negocios, encuentros y exposiciones, concentrando euros en dos días que pasan como una exhalación. Con ellos, viaja también la casta de la Corte, pues la política continúa tan decimonónica como central.
Ahora bien, en Asturias hay otros modos de entender la política y el tren. Con siglo y medio a la espalda, los Económicos, el Carreño o el Vasco, nunca descuidaron la clave local ni perdieron el aire de tranvía. Ni su belleza. Las Asturias agropolitanas y el futuro incierto del gasoil, caltienen su razón de ser, mientras él las recorre respetando el eje del cantábrico.
Con el mismo sentido, esta región alargada y transversa, abrochada en cremallera por el petit train, necesita un partido de proximidad que la vertebre de este a oeste, sensible a sus partes tres.