El Faro de Ceuta, 4 de marzo, 2024.
Este título tan evocador nombra un grupo de música y una intención: la de quienes envían sus instrumentos en busca de sonidos que dormitan en documentos desconocidos.
El conjunto, que interviene en el II Ciclo de Música Sacra de la ciudad, en la Iglesia de San Francisco, viene proporcionando desde hace años un viaje en el tiempo y en el conocimiento; y aportan sosiego al estrés anglosajón que nos azota musicalmente desde hace décadas. Demasiado súbditos de la música moderna, hemos descuidado la atención a la patria y a la “matria” de nuestras composiciones históricas. Y no solo militarmente sino también de oído, continuamos “trabajando para el inglés”, una expresión de eco colonial desafortunadamente vigente.
Las murallas de Ceuta y el Foso, privadas hoy de su función defensiva, son hermosas. Han sobrevivido por obstinación a las demoliciones contemporáneas y abren un espacio franco al paseo, al encuentro y a la reflexión de quien lo cruza camino de su destino. Pero son silentes. Como tantos conjuntos monumentales, han enmudecido por cuenta propia y descuido de sus herederos, quienes olvidaron que en su derredor hubo sonido en otro tiempo.
Pues bien, del mismo modo que la conservación de las murallas ampara la historia de la ciudad y consolida la identidad de quienes las transitan -o simplemente disfrutan-, la incursión musical de “Aquel Trovar” en el tiempo bajomedieval reconstruye la voz de sus mujeres, por ejemplo. Y los temas de María que el grupo interpreta en la Iglesia de San Francisco, alguno de ellos durmiente en partituras de siglos, muestran el alma desconocida que habitó las piedras antiguas.
Está claro que el rock and roll, o el “rocking”, que nombraba el trance ritual de la nueva música americana, ha ocupado demasiado espacio en los modos de sentir.