Concluye el Ramadán para la comunidad islámica y termina el ayuno durante las horas de sol.
Las tradiciones religiosas reservan ciertos momentos para llamar al rigor. En el Islam, recaen especialmente en el noveno mes de su calendario, que es lunar y lleva su propia cuenta de los días. Y aunque la clave del periodo reside en ayunar de estrella a estrella, otras indicaciones sobre el comportamiento también revisten interés. Llama la atención la invitación a moderar las emociones, la exclusión de las riñas, la recomendación general hacia la contención.
El mes parte con el fin de la luna nueva, y el arranque estricto del creciente determina el tiempo de moderación. Coincide el Islam ahí con las culturas mediterráneas, también la cristiana, cuando llaman a templar la ira, la reacción agresiva y el desmán. Ese estado de ataraxia, como se llamó durante el helenismo, constituía el ideal del sabio en la cultura grecorromana. Su práctica individual sigue reportando innumerables beneficios a todos aquellos que consiguen no dejarse llevar por las tempestades del carácter.
En los matices están los tonos que persigue el pintor, el escritor, el iluminador de una escena. Hay más de uno en el Ramadán que bien podría exportarse a la paleta de otras culturas: declinar el conflicto, abstenerse de la conversación tóxica, salir al paso de los excesos con reflexión…qué deseable convertir hoy la indicación islámica en mandamiento de la ONU y libro de estilo para medios vociferantes.
Mientras, en las esquinas europeas de la cultura, todavía tenues, brotan algunas tendencias emparentadas. Ha aparecido el ayuno intermitente entre los dietistas, gremio emergente, y prospera la meditación para ejecutivos, como paliativo del estrés financiero y del infierno en Bolsas. Dos pequeños puntos a la hora de imitar aciertos.
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Gonzalo Barrena.
El Faro de Ceuta, 1 de abril, 2024.