Lueje y la ceremonia

Se trata de un rito. La gente no espera sorpresas: sabe a lo que va. Lueje, impecable maestro de ceremonias, respeta al público y a dios con la misma delicadeza. Engrana con la exactitud de un metrónomo las estaciones de la veneración festiva y no es un profesional: es un artista del género.

Por cierto, él y todos los que pasaron por el escenario han convertido su afición en fuente de disfrute público: los que cantaron, los que bailaron, los que musicaron el acto, como quienes pusieron voz propia al sentir del común, fueron correspondidos con la mejor retribución posible, que es el aplauso de sus vecinos.

La reina y las damas

La condición de tales es un asunto controvertido en los tiempos que corren, con vientos muy sensibles a las cuestiones de género. Sin embargo, las tres mujeres que hablaron desde el escenario despacharon la duda sin despeinarse, dejando claro que todas ellas se ocupan hoy de sus labores, que consisten en estudiar, y que la comisión diversifica sus criterios. En la naturalidad de sus intervenciones, en el aire fresco que arropa los días de juventud, el público sonrió deseando suerte al futuro abierto de sus años mozos.

Los coros

El Peñasanta, como el de Emburria y como el de la Escuela Municipal, demostraron lo que se espera, aunque sorprenda por su calidad: la belleza de la acción concertada, la fuerza estética que cobra el pueblo cuando pone en común el timbre y las entonaciones. La canción “Llorona” que se escuchó ensambló tradición y modernidad de un modo deslumbrante. Cantar al unísono los tres coros supone una muestra de lo que procede hacer en todos los ámbitos.

Fifu

En la misma linea intergeneracional, el presidente de la Sociedad de Festejos comunicó claramente sus convicciones: hay que abrir las comisiones a los jóvenes. Todo un acierto. El siglo XXI es más de ellos que nuestro y hay que extender la responsabilidad. Las comunidades rurales, y la nuestra lo sigue siendo en buena medida, siempre supieron apoyarse en la juventud, más allá del recelo recalcitrante. La diversidad generacional siempre es más sana. Bienvenida la juventud a la dirección de los asuntos públicos.

La unidad pastoral

Reconozco que llevé un susto cuando escuché a los oficiantes rematar el protocolo con esa referencia. Por un momento pensé que la absurda Ley de Educación que nos azota había contagiado a la Iglesia. Con lo bien que se entienden las palabras “párroco y parroquia, abad, canónigos”…o el genérico “señor cura”, puestos a recordar. En cualquier caso, la fiesta local lo es también para los agnósticos, que tienen en un santo portugués, al igual que los creyentes, el referente patronal. Aunque se le conozca por la ciudad en que falleció -Padua- también es propio nombrarlo como San Antonio de Lisboa, y celebrar el santo a la vez que el cumpleaños de Fernando Antonio Nogueira Pessoa, nacido un 13 de junio de 1888 y llamado a ser uno de los mejores escritores en la lengua de nuestros vecinos ibéricos. Otra razón para venerar el día.

El barítono

Como en un homenaje a La Escolanía que acaba de cerrar -porque él fue escolano- Jose el de El Polesu reinó con la voz. Este pueblo tiene verdaderos talentos encriptados en el padrón. Cuando empezó a cantar el “Santa Bárbara bendita…” asistido por la gaita elegante de Serxu Luaces, la carpa que nos protegía dejó de parecerlo. ¿Cómo sonaría en el Teatro Campoamor -o en El Colón- la voz heroica del barítono, si pudo con toldos, coches, quinientas sillas y cientos de personas de pie?. Brilló el cantor y brilló la canción entre las casi mil personas, sorprendidas muchas por la elección del tema: el himno del proletariado minero fue coreado en la máxima sede del neogoticismo demostrando que la belleza sobrevuela los partidos, incluso en la desafortunada era de los despropósitos.

Carrio

Pedro Antonio Carrio, con el nombre del santo sobre el suyo, dio el pregón. Pocas personas en la ciudad suscitan tanto consenso, muy pocas alcanzan su calidad humana. De ahí que el recorrido por la geografía pedagógica y comarcal que vertebró el discurso estuviera impregnado de afectos, mirada dulce, suaves ironías y humildad. Maestro de niños y grandes, el de Santianes recordó a a la reciella que enveredó, a sus contemporáneos, a sus propios maestros y a los tiempos precarios de una ciudad abarrotada de rapaces. Dedicó a Ángeles Martínez, con el “va por ti, madre” de la canción asturiana, las palabras sentidas de un maestro que siempre quiso ser eso, y que respondía, cuando le proponían meterse a político: “Oye, ¿qué mal os hice yo?”.

En el detallado recorrido del pregón centelleó una nostalgia: qué pena que no exista en la del Sella, la conciencia de cuenca, ésa que desborda las barcenas del Nalón, por ejemplo.

Los gaiteros

Varias veces presentes y también cerrando el acto, los gaiteros enmendaron la objeción de Carrio: la banda local, con tantos gaiteros de Parres o más que de Cangas, jóvenes y no tanto, hilvanaron el cielo de los dos concejos, que es el mismo, como lo son también las aguas del río. Los roncones pasaron entre el maizal de gente recordando a todos que formamos parte del viento, como las notas, y que no hay más allá que la tierra, el aire que se respira y el recuerdo que brota entre los presentes de quienes ya no están, como lo fue el de Celsín.

El Fielato

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