Crowdfunding.
Existen distintos modos de entender la memoria histórica y el crowdfunding. La izquierda clásica, por ejemplo, tiende a la recuperación del pasado al modo emocional, señalando con monolitos y solemnidad los crímenes franquistas. Es legítimo y es justo. Pero la aproximación a la historia reciente no ha de quedarse ahí: también siguen enterrados, sin suficiente luz, muchos episodios que exigen conocimiento, la herramienta más fiable de las ciencias sociales.
Uno de esos capítulos, venial sin duda pero que viene a cuento en estas fechas, es el pasado falangista del Príncipe Aliatar, presente sólo en Asturias desde 1939. En El Bierzo, más pimentero y terrestre, cumple la misma función el Mago Chalupa, creado también en una España humeante, prácticamente como Alepo, ni grande, ni libre y autónoma solo en pajes, con Franco como único señor de las cabalgatas.
En la época, ya existía el crowdfunding: entonces se llamaba “suscripción popular”. Así fue adquirido el Pazo de Meirás, a escote forzado entre los coruñeses, para regalárselo a la familia de Franco, que aún lo disfruta y no lo quiere enseñar. Pedro Barrié, uno de los promotores de aquel crowdfunding, fue distinguido por Franco años después como compañero de correrías con el título -eso significa literalmente- de Conde de Fenosa. Fenosa es el acrónimo de Fuerzas Eléctricas del Noroeste, toda una “fosa” para la memoria “eléctrica” española, una prometedora variedad de la memoria histórica.
Revisar conceptos y hechos de esa calaña es un modo diferente de interpretar el pasado, como también lo es la practica actual del crowdfunding. En la comarca se aúpan a hombro de todos interesantes productos audiovisuales: Baile en El Sindicato, de Fran Longoria, o Karma, inminente cortometraje de Tanya Prieto y Javier Gutiérrez. La forma nueva de escotar, artificiosamente nombrada como “micromecenazgo”, en realidad es la continuación financiera de la sextaferia. Hay pasado por conocer y futuro solidario, en el Noroeste.