Mi gran boda báltica
Se casó José Félix el de Sames en Cangas de Onís. Y lo casó su socio Pepín, que se ordenó alcalde hace cuatro años y ha decidido ver las bodas desde la barrera durante unas legislaturas. A causa de su celibato político hubo de pedirle prestados a Gibran Kahlil, el poeta libanés, los atinados versos sobre el amor que respeta y no asfixia, convertidos ya en texto canónico de los esponsales postmodernos, tanto si tienen cura como si no.
Y se casó Félix con Marina Sitikova, una mujer estonia y rusa, como lo es un tercio de quienes nacen en su país; y con ella pudo celebrar el de Amieva, este sábado, su gran boda báltica, tierra hacia la que vuela justo en estos momentos de tinta fresca y papel. Pero ojo: se va pensando en volver al ejercicio de su cargo, estimadísima oposición.
Con lo que mirad por dónde, colegas de urna, los astros se juntaron también para que Pepín y José Félix hayan podido aplazar tanta política rodeándose de realidad: servicio público (el alcalde), amor rampante (entre los contrayentes) y amistad o familia que, entre los asistentes, alcanzó la pequeña cantidad de 17, inversamente proporcional a su disfrute.
Y si no sumamos aquí a Ramón Celorio y sus ayudantes, a las atentas camareras y a una chica nórdica que atendía a los bebés, es para que salgan las cuentas: el 17 es un buen número a la hora de fijar invitados porque las bodas funcionan como los primos de Fermat, y el siguiente se dispara a 257, como dijo una gallega entendida en cifras.
Y se casaron en Cangas, brindaron en Parres y a su regreso a Sames (Amieva) la madre del alcalde iba musitando ay dios… porque vio felices a sus hijos, volando hacia el futuro. Los padres y el pueblo ruso de Marina esperan en Tallinn, pero las redes sociales, que viajan a la velocidad de la luz, ya pusieron al borde del Báltico los bellísimos momentos de su sonrisa.
Viva los novios.