Madres-TIC

Una maestra de mediana edad enseña a los párvulos la diferencia entre la izquierda y la derecha. Ardua tarea para quienes salen de bebés, y también para quienes preparan el próximo Comité Central del Partido.

La maestra de la que me hablan emplea gestos, poemas y música, de modo que los pequeños ciudadanos van aprendiendo sin querer la caprichosa forma de llamarle a cada lado de la persona. La educación prestosa, involuntaria, se da en las etapas más tiernas de la vida; el resto son casi todo deberes y tortura.

Pero he aquí que han entrado en escena, también en esa franja de la edad, las terribles madres en WhatsApp, tan celosas de la educación como eficaces en el intercambio de información académica. Las madres en WhatsApp son una forma avanzada de presión de género, inmune a la persecución policial porque actúan en estilo indirecto, el arma letal de las Redes.

En el canal que me mostró un compañero de Salamanca, un decidido grupo de madres (más un padre) reprochaba la resistencia de la parvulista a la pizarra digital. Pero si ni siquiera la enciende -decían- y ponían en el canal un icono de viejecita, para resaltar su obsolescencia.

Quizá haya una brecha generacional entre maestros y madres-tic (Tecnologías de la Información y de la Comunicación), equipadas todas con tabletas, juventud y fluidez de tecleo; pero mientras queden educadoras que sepan sembrar en la fértilísima tierra de los pequeñinos, palabras y movimiento, la electrónica puede esperar. Pienso.