Gonzalo Barrena

Mara (o la importancia de llamarse Mara), de Paula López Sanjurjo, es una novela singular en cada una de las 180 páginas cosidas por Ediciones Paralelo en Granada, el año 2019. La imagen de Jana Domínguez, en la portada de la publicación, hace justicia al relato intramuros: una desbordante narrativa que renuncia desde el inicio -quizá desde siempre en la autora- a los esquemas simples que rigen las novelas de fórmula. En ésta, el lector dispone apenas de una toca y sus tenues blancos para desenvolverse en el laberinto de hermanas, superiora, padres y -permanentemente- tránsitos vertiginosos de una esquina de la narración a otra, siendo toda ella, poliédrica, rica, eficaz.

El hilo de Teseo tira del lector pero hacia adentro, a través de la penumbra del Convento de Santa Clara, donde se confunden los espacios del edificio, privados o compartidos, con los íntimos del diálogo interior, donde se cuela con descaro la autora, verdadero “daimon” (demonio-conciencia), que convierte la lectura en una visita guiada de esas que te hacen desconfiar.

Gamberra o traviesa, qué mas da, la muñeca de la joven escritora va suelta todo el rato, inmiscuyendo la guerra de Bosnia, el papado o la Castiila Vieja que lleva en el cuerpo y en la mente. Se crió a medias entre Burgos y Las Asturias de Santillana, con la mayoría de sus años al borde expresivo de La Liébana, donde se fruye un castellano limpio, ancestral.

Y aquello con lo que se queda el lector, tras devanar la intriga que va creciendo entre hermanas, religión y poder, es una difusa sensación de pardillo a quien, desarmado intelectualmente, han introducido en una atmósfera de muro y toca donde algo extraño -que nunca se deja ver- ha estado a punto de conculcar el hábito, de principio a fin.

Pero su aire es fresco, la trama insólita y el desparpajo narrativo espectacular.