Gonzalo Barrena

El Fielato, 19 agosto 2020.

La semana pasada trajo días asfixiantes, bochornu, pronunciado con esa voz de abuela que llevó agua a los praos, en días de herba y calor. El agua fresca dobla el valor con la seca y trae a cuento la habilidad de Alfonso Sobrecueva Tres, conocido por el sobrenombre de Blanea, un casar de Beceña donde fundó casa y aún habitan los suyos.

Fue pastor en El Brazu, mayada de Ercina, y contaba con el conocimiento enciclopédico que entonces era menester, cuando había que ser experto en piedra, madera, injertos, parizón o pareja, aperos, hierros varios, sementera, cabruño, siega y todas las artes del quesu, si nos ponemos a contar los saberes del valle. En uno propio del puerto, ahora vamos a entrar.

El verano arriba es tórrido en agosto. Si hay seca como la de ahora, los animales se echan abajo antes de tiempo, buscando la braña, el nombre que le dan en Gamoneu al verde apretado y tierno de las cangas frescas. En cambio, en las campas de Aliseda que se abren entre Vegarredonda y Jultayu, si se escosan las fuentes los animales pasan sed, y todo ese pasto se desaprovecha.

De ahí que el arte de sacar una pipa (una fuente) resultase providencial. Alfonso el de Beceña sabía traer el rezume justo hasta la pipera y sin perderlo, pues el agua tién el jocicu muy finu y una mala llabor desgracia el caudal.

En la Fuente Los Tueros y en El Reborialín, invernales de Beceña, todavía fluyen al sen los manantiales. Me contaron que una nieta del pastor sube con una piqueta a tallar el cañu de la pipera, con el fin de que se caltenga y la fuente lance el agua como debe. In memoriam.