Gonzalo Barrena. El Fielato, 15 nov 2023.
Les vaques que vienen de manos de muyer, nunca dieren buen resultau.
Hay frases que se sostienen solas, como columnas, porque se ahíncan en suelos profundos, inmemoriales, muy difíciles de descifrar en un presente asolado por herramientas de comunicación que no son de chigre.
La sentencia fue pronunciada en uno de esos bares en los que se repliega el vecindario, protegiéndose de los ocupantes de casi todo, o turistas. Son espacios de segundo plano que quedan en la bárcena local, después de que el caudal de la visitancia se haya perdido río abajo, con los rápidos del otoño.
Pero qué quiso decir el parroquiano cuando depositó la máxima sobre la barra, dejándola a merced del diálogo compartido, porque los bares indígenas son dialécticos y casi nadie lleva cascos puestos ni la mirada ausente. Son bares en que se está a lo que se está, que es el decir o el permanecer al escuchu, con lo que ¿qué quiso decir aquel hablante?.
Ya en los antiguos textos de Estrabón se reseñaba el empoderamiento de la mujer cantábrica. En Las Asturias rurales, no cabe discusión sobre la vocación femenina para la profesión del mando; y más allá del machismo, que es un ángel recién caído del cielo masculino, el protagonismo de las mujeres a la hora de tomar decisiones campesinas, en directo o en diferido, es un postulado regional.
Y el dueño del postulado, apuntó una de las explicaciones, recordando cierta feria de otoño, cuando toca invernar, donde una mujer se despedía de la res con un “Adiós, mió vaca querida”, despertando la sospecha general: un ama nunca se desprende, y menos con sentimiento, de un animal cargado de valor. Puede deberse, no obstante, a otras razones.