Isaac Sierra y la Escuela de Canción Asturiana

Gonzalo Barrena. El Fielato, 3 de enero de 2024.

Cuando Manuel de Carrecéu soltaba les vaques a beber, o cuando a media mañana salía de casa macona en ristre a por verde, ya iba cantando. Cantaba todo el día y a todas las horas campesinas, que era el modo de decir que se estaba allí, que la tierra y la labor formaban un pentagrama y el paisano lo interpretaba con arrogancia.

No era consciente Manuel de que, en la aldea, su nieto Isaac grababa en la tabla rasa de la infancia aquellos sones, para lanzarlos al universo mundo décadas después, cumpliendo la obligación natural y cultural de transmitir las cosas que valen.

Pero Aida, la hija de Manuel también cantaba. Y José Evaristo el de Biriu, con quien se casó, lo hacía igualmente, por lo que no es de extrañar que sea Isaac Sierra Longo, hijo y nieto de parragueses, quien empuja hoy la Escuela de Canción en la comarca.

Y aunque no es lo mismo cantar por casa, a tu manera, que hacerlo en el Teodoro Cuesta de Mieres ante cientos de personas, uno lleva a lo otro si por el camino vas dando con las personas y los pasos ciertos; y con el azar, porque fue su amigo Pablo, que también cantaba, quien lo puso en contacto con Narciso Fernández Arduengo, oriundo de Carmeneru y a quien le cabe el honor de haber sido alma y figura de la canción asturiana, mentor de excelentes concursos y maestro de numerosos cantores.

De modo que todo cuanto sintió Isaac de su abuelo, lo pudo decantar con Narciso para perfeccionarlo después con la soprano Celia Blanco, tras seis años esenciales de respiración, vocalización y canto. La formación siempre es buena siembra, y así fue como Isaac Sierra fue encaminando su palmarés: veinte primeros premios en Concursos de Canción Asturiana, un “Urogallo de Bronce” y tres ediciones consecutivas como “Mejor Voz del Año” en el distinguido Memorial Silvino Argüelles.

Por eso ahora, cuando toca ser transitivos y compartir lo que se sabe, el parragués ha puesto escuela con tres sedes en el oriente asturiano, alternando las sesiones de Parres y Piloña -los martes- con la que tiene lugar cada viernes en el pueblo cabraliego de Poo. Y lo que empezó hace un año con 6 alumnos y un gaitero de La Pola -Pachu- ahora ya va por 22, sumándose a la gaita Rubén García Herrero, de Tielve, y Serxu Luaces Blanco, de Collía. 

La singular Escuela de Canción Asturiana, con niños, mujeres y hombres de todas las edades, pone al sen esta pequeña “ñación” donde surtieron tantos cantores de gaita altos, de esos que arrebatan el guó del público a la primera estrofa, pero donde también hubo graves de voz profunda -hoy muy escasos- que desgranaban las notas bajas al paso lento y firme que lleva el gué. Una y la misma cosa son la tierra, le reja y el hombre que canta sele mientras conduce la pareja. 

Así que, en los patrones antiguos, como en los que broten de las voces nuevas, se nos brinda hoy una posibilidad excepcional: caltener un modo de cantar que no es folclore, sino música, porque el pueblo que la sostiene no está dispuesto a verla desaparecer.

Queda ahora la obligación en el tejado de los Ayuntamientos, que tendrán que echar cuartas al carru y convocar actos de Concejo, para que el pueblo pueda certificar de oído el valor de lo que se canta.

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