Democracia nebulosa

El debate político, su lenguaje, la apariencia de los líderes y el silencio clamoroso ante guerras y genocidios, conducen poco a poco hacia el derrumbe de las democracias. La española en concreto, como prueba la designación de Mery Bas como representante en Eurovisión, se muestra severamente afectada por el electro-pop. Nunca se pudo esperar mucho de Benidorm, San Marino y sus finalistas, que saltaban a la liga superior gracias a jurados de capacidad discutible, pero en esta ocasión, como en el año chiquilicuatro de 2008, se confirma la ley de que todo es empeorable.

No hay democracia de calidad cuando el votante es vapuleado por la negligencia artificial. Trump, Biden, Ayuso o Pedro Sánchez no han llegado a la final de su operación triunfo como resultado de procesos fiables. Los cantantes de los que hablamos tampoco. El pueblo, y la inteligencia natural que se distribuye dignamente sobre el planeta, soporta, carga y algunas veces se rebela, pero jamás hace bandera de las estupideces.

El tema “Zorra”, tristemente asociado a nuestro país en Eurovisión, ni es feminista, -eso faltaría- ni es canción. Los bailantes no guardan relación alguna con Mery y el teclado, como todo en general, parece dominado por la cultura del aspaviento. Nada que celebrar.

Esta vez, la España de cutrelux, gemela en calidad a su política, se arroga la representación del país en un festival vez doblemente dudoso: uno, por ser el que siempre fue, con votos y gustos manoseados por intereses inconfesables; y otro, por celebrarse en un contexto literalmente sangrante: quien sube a un estrado sin denunciar los crímenes de Netanyahu y sus cómplices tiene cara y corazón de hielo, el mismo hielo del Malmö Arena pero con otros patinadores.

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Gonzalo Barrena. El Fielato 14 de febrero, 2024.