Enciclopedia Universal del Concejo de Llanes.

Sí, definitivamente, hay vida real más allá de Google Maps. Todas las obras de Arte, escrito así, en mayúscula, guardan algún tipo de complicidad con el realismo. Quizá se deba a no dejarse llevar por el fuego fatuo digital ni por los ángeles caídos en el infierno de la publicidad: conseguir un producto libre y fresco, como éste, requiere al timón la mano cierta y real del dibujante. Si existe esa muñeca, decidida a traer cosas del otro lado para que las veamos los mortales, hay partido. Si no, perdición en red y tráfico de materiales. Sencillamente.

El mapa original que estampó Martín Carrero sobre varios soportes verticales mide más de tres metros de ancho por metro y medio de alto, sin contar las quinientas noches de ensimismamiento. La dimensión es atrevida, especialmente hoy, que todo se concibe o diseña para la ergástula del ordenador. Esto no, esto es arte minucioso pero mayor, bilingüe en la destreza de bajar al detalle de la memoria colectiva y rescatar los iconos, para coser con ellos después cada capítulo del mural.

Así que estamos ante una Geografía e Historia al por menor del concejo, escrituradas por un buen muchacho que aprendió el oficio de ilustrar en la Escuela Argi-Arte de Bilbao, sin perjuicio de lo que pudiera llevar puesto de casa, una factoría de imagen singular a las Puertas de Vidiago, añerada entre el Joyu L’Agua y la caja del Ferrocarril. 

Y desde ahí, de acuerdo con la tradición de un concejo que linda con el mar, el joven artista salió a pescar también tierra adentro, para apañar las esencias en modo capilla, lavadero, bramadoria o quesu, sin olvidar ninguno de los seres que habitan los mundos naturales, ni cualquiera de las artes campesinas que hacen paisaje. Se trata de un cuaderno de campo, extendido como un mantel, donde Martín materializa su percepción, alimentada por un alijo de relatos y topónimos al escuchu de todo cuanto se puede decir entre El Cuera y el mar.

El naturalismo mágico y cargado de humor que destila el mapa viene en trazos emparentados con las artes rupestres del cazador. La complejidad reside aquí en llevar al plano lo acumulado por el concejo desde aquella prehistoria, más el viaje a Indias que cualquier llanisco esconde en la maleta. Por lo que no le ha quedado al artista otro remedio que registrar los infinitos elementos avistados en la travesía, sorprendentes, exóticos para navegantes en tiempos de desmemoria.

Finalmente, en una decisión que le honra, el autor ha tasado con humildad el valor de su trabajo. Que comenzó en septiembre de 2021 y se presentó al público este domingo de Ramos -casi tres años de síntesis- y que sale a la venta en dos formatos: el “pequeño”, de 150 x 62 cm., y el grande, casi al tamaño del original: 3 metros y medio de ancho por 1,24 de alto.

No obstante, si un local cuenta con otro espacio, respetando la proporción -dice el autor- no hay problema en ajustar a su pared el Llanes ilustrado por él.

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Gonzalo Barrena.

El Fielato, 27 de marzo de 2024.

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