Gonzalo Barrena. El Fielato, 8 de mayo, 2024.
Un año más, y dejando atrás la Estación del Norte, miles de personas recorrieron la calle Uría camino de La Escandalera. “Ya, ya, ya, oficialidá”, resumía entre las consignas el hartazgo de los asturianos, que no acaban de ver respaldado su derecho por la clase política, burguesa como la calle Uría y tan vendida como ella al inglés.
Con una modernidad mal entendida, los partidos conservadores asturianos no saben conservar. No lo hicieron con la sobria ciudad de Oviedo, a quien le arrancaron buena parte de su patrimonio arquitectónico en un pasado demasiado reciente y a cuya gente desprotegieron durante décadas con una autopista que entraba, como un navajazo, en el vientre de San Julián, por poner tan solo una de las heridas que hoy se intenta restañar.
Pero la incuria prosigue con la lengua, el canal por el que se expresa el alma del pueblo. La oficialidad no es un derecho; es más que eso, es una obligación del gobernante, que tiene prestada en forma de impuestos la voluntad de proteger el común, las cosas que valen y, en este caso, la caja de caudales en que atesoran los hablantes su forma de ver el mundo, de nombrarlo, las palabras que como argayu o prestosa solo han acertado a pronunciarse aquí.
37 años de manifestaciones en mayo, llamando al reconocimiento del asturiano como lengua son demasiados. Un sentimiento de orfandad y abandono, que recorre Asturias de oeste a este, del eo-naviego a los modos de h.ablar del Sella, acabará despertando la reacción política de quienes ya van para cuatro décadas sin ser escuchados.
Anda y señálame un sitiu…como dice la canción, “onde yo pueda escoyer al que bien me represente”, se escuchará próximamente al pie de las urnas.
Berta y les lletres
Presentación del poemario de Berta Piñán en Matadero Uno, Uviéu. 4.04.2024.
Gonzalo Barrena.
El mismo sábado se presentó en Uviéu, el poemario Argayu, de la escritora canguesa Berta Piñán. Con el empuje de la manifestación mañanera, más de sesenta personas llenaron el ínclito espacio de “Matadero Uno”, la librería algamada junto a tres rapaces más por Luciano Hevia, próximo pregonero de La Peruyal, en Arriondas.
En tiempos de urgencia y naderías, Alejandro Fernández-Osorio -también poeta- dialogó con Berta sobre los versos bilingües que asoleya, en los que “cola y torna” a la vez, y donde más se expone la escritora de Cañu, porque “la patria es la infancia” y en ella se siembran a bolenga la culpa y los sueños, que vuelven después de años en determinada cadencia de palabras, o poesía.
Se detuvieron, la autora y el preguntador al pie de los versos que llevan el nombre de “El Pozo”. Hablaron sobre la vida y la muerte, sobre la vulnerabilidad, de cuyas profundidades se izan con un caldero los poemas:
“Mari sacaba los gochos a pasiar enantes del samartín. Llindiábalos un ratáu delantre la cubil y falába-yos palabres tienres, como a los nenos de teta, falába-yos melguera, pa qu’esfruten polo menos una vez na so vida, dicía ella. Tamién-yos daba a beber agua fresco del pozu. Bebíen d’aquella tresparencia un únicu día. Pero ellos golíen la muerte y tola eternidá pensaben que l’agua y la muerte yeren la mesma cosa.
De la pintora Covadonga Valdés, una imagen bella e inquietante colma la portada del libro. Junto a la autora, repentizaba dibujos en las dedicatorias, sabedoras ambas de que los versos solo serán en adelante de quien los pronuncie.