Crisantemos en la ería de Avalle, Parres.
El Fielato, 19 de noviembre, 2025.
La llama encesa
Gonzalo Barrena.
Va concluyendo el otoño y la primavera se agazapa en las yemas de los frutales. Vése bien en los manzanos, que sueltan las últimas hojas pero conservan los brotes, durmientes, preparados para invernar. Las primeras heladas están haciéndose esperar, aunque sea su tiempo, espantadas por el viento sur que se adueñó de noviembre. Entretanto, los huertos se benefician de la bonanza y los crisantemos sobrantes ponen en las vegas un color inesperado. Como los que dejó Lourdes, a memoria suya, en la ería de Avalle, concejo de Parres. A quince días de Todos Los Santos, choca ver cómo se prodigan -extramuros- los florecimientos.
En las aldeas, apenas va quedando gente que de su mano plantado tenga un huerto. Todo se cosecha hoy en las baldas de los supermercados, e incluso los bazares han detectado la ventaja de poner a bajo precio la memoria de los muertos. Por eso dobla la sorpresa de quien camina, primero tropezarse con un huerto, y después, descubrir en él las flores que le han sobrado al mes de octubre. En esta nación cantábrica lo que hace poco era general hoy es ya casi un milagro.
Quién volverá a tapar de geranios rojos los balaústres del corredor, quién definirá la antojana con su firma clara, los aperos recogidos contra el esquinal, ahí los tiestos más lucidos, en aquela piedra daqué planta…quién lo hará si el saber se escurre a cada pérdida y van sobrando los dedos de las manos para contar las casas donde se siente aún la voz del ama.
Quizá en el habla cierta de los que faltan, en el lenguaje bien escuchado, lleven las generaciones venideras la yesca, el hierro y el pedernal para volver a tener la llama encesa.