Paisaje sin concejales

Alguien prosigue en la intención de robar, a otros y a los campesinos, el derecho a decidir sobre las cosas de la tierra. Porque ellos, titulares históricos por residir y construir el paisaje que confundimos con Las Asturias, han perdido el voto y la voz en demasiados asuntos que les conciernen. Por ejemplo, cuando la Administración decide significar una parte del suelo con figuras de protección, como ocurre con los “parques”, apenas escucha a los vecinos, legisla regular o mal y, lo que resulta más grave, ningunea torpemente a las instituciones locales, imponiendo guardas, guías y funcionarios que aterrizan como pueden sobre suelos que se conocen con dificultad.

Pero si el robo continúa es porque los poderes regionales, no contentos con la acampada, comienzan a manejar ahora ideas más preocupantes. Hemos leído por ahí, en la prensa de Oviedo, que “ciertos concejos asturianos no son viables”, pudiendo aludirse con ello, y por lo que nos toca, a Ponga, Amieva, Onís, o quizá a alguna de Las Peñamelleras.

Un director general de Asturias, que pasea por los pueblos con zapatín y corbata, lamenta que la región “no esté madura” para la fusión (desaparición) de concejos. Y claro que no lo está, Pepín, ni lo estará nunca, porque los concejos asturianos tienen más de quinientos años de historia y otros tantos de futuro, por mucho que te hayan hablado del modelo sueco o alemán: esto es Asturias y su gente, y las corporaciones locales brotan directamente de la voluntad popular, a la que si hay que ahorrarle gastos habría que empezar por cargos como el tuyo, por fundaciones fantasmas, por sueldos redoblados o vitalicios y por tantas oficinas falsas que crecen como hongos en el centro de la región.

Por aquí, en los concejos altos y antiguos, mientras queden muyeres, paisanos y bienes del común, mientras resista el roble de las juntas y mamen los guajes el amor a la tierra, aunque sea por Facebook, ni podréis desmontar la bolera ni contemplaréis, por torpe que sea vuestra ambición, un paisaje sin concejales. Sobre todo ahora que -repetimos- hay Internet.