La infancia

Corren los rapaces entre las casas del pueblo, juegan, gritan, y pueblan el aire de señales diciendo lo que son: críos, vida, la razón principal de la existencia para ellos mismos y para sus mayores.

Sociedad que no es amable, huerfanitos en sus calles, dice con acierto la letra de la canción. Y también a la inversa, como remacha ese giro asturiano, tan presente en las aldeas, que asocia los críos chicos a la felicidad: pa ser bien, siempre tenía que haber ún d’estos en cada casa.

Estas semanas van creciendo las tardes y la luz se abre paso en medio del frío, aunque este enero sigue siendo electoral y los líderes políticos continúan en celo. Todos hablan de patrias y todos apuestan, mezclando razones políticas con objetivos de partido, e intentando conducir el sentir humano a su interesado concepto de nación, discutido y discutible para un acertado Zapatero.

Pero la tierra gira, y nacen críos en enero. Se acompasan al frío como las flores del espino, o como las prímulas que pronto asomarán pe los práos. Es la especie, que se renueva sin cesar sobre la tierra. Esta semana que dejamos nacieron, de dos Marías, Xune y Tomás, por mencionar a dos rapacinos cercanos. En poco más de un año correrán con paso incierto y se arrimarán al río para contemplar el desplazamiento dulce de los patos. Templarán el miedo a los animales grandes y grabarán para siempre los olores de la tierra. Heredarán sensaciones de ella y de sus mayores, y construirán sin saberlo la única patria de verdad, que es la infancia.