LA LEGIÓN MANZORGA

El martes 15 de marzo siempre es primavera porque el año se dobla hacia el buen tiempo y los días salen ganado en luz. En La Manzorga de Xixón, un local incrustado en El Llano, barrio donde los haya, se dispuso la enésima oficina de reclutamiento de la izquierda-país.

Primero fue Anticapitalistas, luego Podemos, luego Ahora en Común, después Unidad Popular, y al final, el Plan B Asturies, una especie de Legión Extranjera en la que nadie indaga el pasado de los que se enrolan, porque precisamente en eso consisten las legiones: un espacio donde se enveredan los errores cometidos en la vida anterior.

El local de La Manzorga es un hervidero de rojos a la antigua: en la antesala hay un poco de bar y unos anaqueles donde resucitan aquellos libros cargados de Marx con los que se conseguía, con el general expirando, el background necesario para intervenir en los mítines. Uno reconoce una sensación ambivalente: por un lado, resulta preocupante cumplir la advertencia de Sabina, cuando decía aquello de “dejaron de ser progres, pero no de ser palizas”, o padecerla como algo crónico, al no conseguir dejar de ser ni progres ni palizas. Pero por otro lado, la sensación es ambigua porque un diez por ciento, tan sólo, de aquellas lecturas con ocho apellidos revolucionarios habría conseguido que la izquierda de hoy no se hubiese licuado.

Pero volviendo a La Manzorga -ayer soñé que volvía al Manderley (Rebecca, 1940, de Alfred Hitchcock) del rojerío industrial- vamos a intentar pensar en alto qué se pudo vivir allí. En primer lugar, sesenta personas sentadas en círculo de cristianismo podemita, de edad entrada y estar joven, con signos inequívocos de que algo está cambiando. Empezando por el empezar: rompieron el silencio en el hablar dos mujeres de respeto, ahora que el tiempo comienza a teñirse de violeta para bien de la humanidad. Tiempo nuevo al que hay que saludar porque donde hay mujeres a la faena, el discurso no pierde el rastro de la realidad. La pena es que las familias de la izquierda asturiana, incluso con mujeres al mando, son plurales como la propia tierra, y acentúan -si cabe- el diagnóstico fatal que los Monty Python (La vida de Brian, 1979) emitieron para la izquierda que habita al otro lado de la socialdemocracia. Nuestra “nación” lleva incrustado en la propia geografía un costillar invertebrado que atomiza la diáspora. Entre el público, un asistente de León contemplaba sardónico las reticencias primas de la izquierda-país. Sonreía el castellano recordando cómo le arrebataron Las Cortes con mayúscula al pueblo astur, y dejaron a este lado de la cordillera las minúsculas cortes ganaderas, mejorando lo presente.

Con lo que el martes, en La Manzorga, se acordó retomar, una vez más, el viaje a ninguna parte de la Izquierda Asturiana, refrescada por una marinería joven que, con tanto mérito como ingenuidad, parte del puerto “Llano” de Xixón en busca denodada de un tesoro político. Siguen meticulosamente lo que pone un papel caligrafiado a finales del XIX y maquetado en la imprenta del Plan Bolonia, rumbo a una isla que llaman Anticapital.

Y que conste que es cien veces preferible montar en un iceberg con estos rapaces que enrolarse en el Casino del PP, en un PSOE asturiano convertido en maizón o en la Nube-Rivera, con una placa de iPad en lugar de cerebro, conectada a los fondos de inversión; aunque aquí, en Las Asturias, los de la camisina planchada floten en un limbo.

Pero si conviene perder al mus con los “anticapis” es porque, al menos, uno no corre el riesgo de caer en la indignidad a estribor, ni tampoco en la cursilería, como ese señorito Pablo que se hace pasar por su líder, autor flamante de uno de los discursos más ñoños de la literatura política postfranquista, que ya es decir. Pablo Iglesias Turrión sólo tiene dos modos orales: uno es acertado y el otro no, pues, rayano en la estupidez, suele disparar hacia los suyos, que también son los nuestros, quedando al albur del futuro el poder averiguar cuál de ambos discursos sale de su mano.

Y así fue como salimos el martes 15 de Xixón, musitando que la política hace extraños compañeros de cama dentro y fuera de cada organización; fíjense en el Plan B Asturies: varios pendones de la izquierda-país se miraban con recelo, al entrar y al salir, teniendo más en común entre si mismos que con sus generales. En la reunión se palpó la ausencia olímpica de las élites, y sólo había pueblo “llano” a la izquierda, como el barrio, y por eso se respiraba bien.

Así que continuamos poniendo letra a la Sinfonía Inacabada de la Internacional: “yo soy un Rufián, de la Legión Manzorga”, dicen sus penúltimos versos.