Coyer

Ya corre octubre con la seronda estrenada, y el suelo de los nogales se aprieta en frutos. Como la nación dio en juntarse casi toda sobre suelos metropolitanos, sobran nueces y faltan manos que se estiren a coyer.

En asturiano, lengua romance, permanece el significado del “coger” antiguo, cuando lo que se cosechaba estaba en el derredor de la casería. Se coyen patates, panoyes, ablanes, nueces o briscos y se prepara el invierno, tiempo de lumbre y conversación. En Las Asturias de San Miguel, o del tardíu, la tierra pone de su parte todo cuanto puede para el tránsito de la estación fría.

La primera vez que reparé en el término lo confundí con el castellano “coger”, mucho más neutro, menos activo. La lengua castellana es más abstracta porque la meseta es grande y las palabras viajan kilómetros en carreta, habiendo de valer para mentideros muy distantes entre si. En el asturiano, las cecas de la lengua acuñan nombres que apenas alcanzan un valle o una operación concreta, como la de esta ocasión: la mano que coye se espurre, sujeta, aprieta con más o menos determinación, y obtiene un fruto.

Si está en el suelo, la palabra “coyer” -como la mano- se vuelve una horquilla, y haciendo una “y” mesa el verde o la hojarasca para que vuelvan entre los dedos los infinitos cerebros que da un nogal.