El Derrabau. Portada del libro.
Pisar y nombrar Los Beyos del Sella
Toponimia y ensayo de Gerardo López sobre la comarca
Gonzalo Barrena.
Las márgenes del Sella alojan una toponimia doblemente endiablada: la complejidad lingüística y la del relieve requieren una minuciosidad que solo está al alcance de quien es a la vez conocedor y vecino. El nuevo libro de Gerardo López, que verá la luz el jueves 14 de agosto en la Casa de Cultura de Cangas de Onís, nace con la intención de hacer enciclopedia de ese universo.
Así y todo, llevar la garganta del Sella al papel -más aún a la cartografía- es un imposible. El río ha encontrado una solución profunda, atenazada por paredes casi verticales, para lograr el paso entre León y Asturias, y eso no se puede representar en dos dimensiones o con imágenes huérfanas de conceptos. La apretura de las curvas de nivel cuando se despliega cualquier mapa de la zona indica que algo va mal, que no se puede aplanar con justicia tanto relieve y que esa tierra sólo se puede conocer si se sabe pisar y, a la vez, entender sus nombres.
Porque a cada pormenor, puso el pastor de cabras un término para ayudarse en la memoria de los sitios o de los puntos en los que tanto puede comprometerse una persona como una res. Seguir de cerca los incidentes del suelo requiere ojos y luz que están más alla de la topografía y de los trabajos de gabinete. Es imprescindible avecinarse con la tierra, pasear los pueblos y sumergirse con los mayores en ese trabajo de siglos que costó registrar las infinitas cangas, foces y paredes del terreno, así como los seos, armaduras y cueñes que hacen posibles los accesos.
Y del mismo modo que los lapones cuentan con decenas de nombres para distinguir el blanco, sumergidos como están entre hielo y nieve, los cabreros de Los Beyos apuraron el lenguaje para que cubriese como un guante la superficie fractal que aprovechaban, donde la continuidad se ve constantemente interrumpida. Era necesario un compendio que diera cuenta de tamaña formación y un ensayo que facilitase su conocimiento, pues debajo de cada nombre de lugar habita aquí un valioso concepto.
¿Cómo construyeron los pueblos de Los Beyos su lenguaje?. Desde luego, no lo hicieron con prisa de turista, con las horas tasadas del funcionario, con la supremacía del marqués o con el interés postizo del político. No. Ellos fueron repartiendo nombres sobre el suelo para que quienes venían detrás, en el espacio o en el tiempo, pudieran guiarse por sus aciertos. En la superficie dudosa de todos los derredores, la lengua local informa, avisa, conduce y enseña a sobrevivir.
No obstante, toda la comarca está hecha de paisajes inadvertidos. El tránsito en coche por el desfiladero se resuelve con orejeras. Bien por estar atento a las piedras, a las estrechuras o al tráfico, en esa bellísima carretera casi todo son adversarios y apenas hay tiempo -ni apertura- para contemplar el conjunto. Solo quien se eleva sobre él o profundiza en su lectura puede comprender el inmenso acordeón de sombras y plegamientos.
Cuando en el año 2002 emprendíamos la escritura conjunta de “Viaje al mundo de Martín Llamazales”, Gerardo López ya había contribuido a la revisión y corrección de las Hojas 55-III de Ponga y 80-I de Sajambre, del Instituto Geográfico Nacional. Esas dos hojas que cubren el desfiladero de Los Beyos, junto a la prolija obra que se alumbra este próximo jueves, confirman al autor de “Pisar y nombrar Los Beyos del Sella” como uno de sus más merecidos escribidores.
___________________
El Fielato, 13 de agosto, 2025


