Puerta del Parque de Ferrera, Avilés. Imagen: Maia Rozada.
El muro de Ferrera
Gonzalo Barrena
Con el fin del franquismo, ya decrépitos el Régimen y el general, la población suburbana de Avilés caía por gravedad justo hasta el borde de la “almendra” burguesa. En el arranque de la calle Rivero, convergían en un embudo esquivando el tráfico quienes acudían de los poblados, hijos todos de tiempos adolescentes. La ciudad continuaba creciendo sin percatarse y los peatones dejaban a la izquierda, camino del Parche, el muro recalcitrante de Ferrera.
Qué eficaces son las aristocracias a la hora de monopolizar el espacio. Los marqueses de Ferrera, amparándose en títulos obtenidos sin exámenes, ocupaban desde siglos atrás 81.000 metros cuadrados del casco avilesino. Pero la mordida histórica acabó trocándose en 1976 por 91 millones de pesetas -un millón de euros en el birlibirloque actual- y el pueblo pudo recuperar lo que nunca debió dejar de ser suyo.
Hasta entonces, y a los ojos de los niños que recorrían la calle, la pared recordaba durante cientos de metros que existían al menos dos mundos en éste y que la desproporción entre las familias que vivían a cada lado del muro era monárquica, máxime frente a la puerta que rendijeaba el paraíso inglés. Pero a mitad de aquella década, írrito el Régimen, la clase trabajadora pinchó la burbuja del marqués, los carricoches invadieron la finca junto a las muletas de los mayores y el paseo se democratizó, a pesar de que aún no se habían generalizado las mascotas ni los runners.
Aquel año de munícipes se conculcaba un muro como el de “El jardín de los Finzi-Contini”, que opera como eje narrativo en la novela de Giorgio Bassani (1962) y en la película de Vittorio de Sica (1970). Seis años después del estreno, con la reconversión en parque público de la finca, la injusticia de clase retrocedía en Avilés casi tanto como los brazos de la ría.
En 2007, un Woody Allen estéticamente enervado por los Premios Príncipe y la inyección millonaria -en euros- de la Generalitat, llevó el Parque de Ferrera a la pantalla. En la película de nombre tropezoso (Vicky Cristina Barcelona), reprodujo su sombra aristocrática como el paciente que revela un complejo ante el psiquiatra. Sin embargo, la historia nunca filmada de la finca late con toda su fuerza y acierto en la película del italiano.
______________________
Diario La Nueva España, 18 de agosto, 2025.