Fuente en la Calle Rivero, Avilés. Imagen: Maia Rozada.

Una fuente, una época

Gonzalo Barrena

Si Rivero aparece en los documentos designado como arrabal, es porque la villa se estiraba hacia el sur, en busca de la estrada que apuntaba a Oviedo. A todas las ciudades se les ha venido al centro la periferia, a cuenta de la tendencia que tienen los humanos a agruparse. 

Pero lo que llama la atención de la fuente, como signo de época, es que precisamente allí y precisamente entonces, a comienzos del XIX, la sociedad demandase un servicio público de ese porte. Era conveniente disponer de agua antes de ser románticos, y apurrirla a quien salía de la ciudad o a quien se adentraba en ella. Le bella factura de la fuente muestra también que las instituciones deseaban resaltar el beneficio público, identificando en su arquitectura, al modo de Platón, lo bueno con lo hermoso.

Ahora bien, ¿en qué han cambiado los tiempos como para que el signo de tal construcción lo sea de hace dos siglos?. Pensemos en el desconcertante apagón que soportó la gente de este país el 28 de abril, lunes, del corriente. Entre los episodios que se abrieron en medio de aquella distopía, fueron muy pocos los que corrieron a abastecerse de agua a las fuentes naturales -que seguían manando por gravedad- y muchos los que se precipitaron, cargador en mano, sobre los escasos enchufes que proporcionaban energía. Aquel día, la sed y la angustia tenían nombre digital y todo el mundo cambiaba su reino por cuatro líneas en el celular.

Ahí está el signo de los tiempos. En todos los equipamientos, y especialmente en Institutos y Colegios, los constructores se cuidan hoy de aviarlos con mil ombligos eléctricos que aseguren la carga de los dispositivos. Aunque no se tenga nada que decir ni que escuchar, el Leviatán quiere asegurar la sumisión electrónica. 

Paradójicamente, aquel día, varios muchachos huérfanos de móvil descubrieron la banda ancha que trae consigo el agua de primavera. Era un día casi de mayo y asomaba la calor, con lo que dieron en salpicarse a la salida del instituto -cómplices los caños de Rivero- como solo lo saben hacer los que nada tienen que perder con empaparse.

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Diario LNE, 15 de septiembre, 2025.