Ángel Díaz, “El Brañizu”, en El Canellu, Parres.

De Toledo “el vieyu” al Berañizu: historia de una casa.

Gonzalo Barrena.

Él nació en la Prehistoria, pero todavía no se de dónde saca las ideas”.

Ángel Díaz, conocido por todos como “El Brañizu”, escuchó la frase en una conversación de bar referida a él y se la apropió. Y es de noche, antes de dormir, cuando piensa las cosas porque el día no da más de si con las tareas, que son muchas en una familia campesina que lleva cinco generaciones vinculadas al oficio de pastor en El Canellu, concejo de Parres.

Soy pastor de les mios vaques/del Canellu al Robellón/de Regüelvi hasta La Gobia/desde Cea a Cosmelón”. Antes de que la televisión calcinara la lengua de los pueblos, en las aldeas se hablaba, y se hablaba bien. En ellas brotaban trovas como las que llegan al presente desde “el toledanu vieyu”, tatarabuelo de Ángel y oriundo de Granda, que se fue a Toledo de bien chicu y estuvo tanto tiempo allá que ni los suyos lo reconocieron a la vuelta. Ramón Castaño, que así se llamaba, se topó con su madre en el Puente Alfoz sin que ella asociara el mozo que tenía delante con el rapaz que marchó. “Ónde va usté, señora” le preguntó; y como ella respondiera que “pa Les Arriondes”, en un gesto que sorprendió a los presentes le dio un dinero bastante diciendo: “Tome: pa que compre en la villa los mejores zapatos que encuentre”; y se separaron, justo en ese puente que todavía hoy mantiene por pura presión, una contra otra, les piedres del arcu. Cuando la madre regresó, vio posado en la tenobia l’horru el baúl del extraño, que resultó ser su propio hijo y que comenzó a llamarse “Toledo” en la parroquia, rebautizado con ese nombre por el viaje de largo recorrido y estancia en la provincia manchega. De allí volvió equipado con cierto dinero y artes sobre animales, prosperidad y conocimiento que alcanzó posiblemente en la dehesa castellana donde trabajó, creció y se hizo adulto: “Tres años dura el vilano, tres vilanos un perro, tres perros un caballo y tres caballos un hombre”. Las trovas vuelan hasta nosotros en la memoria colectiva, como otra también suya que recitaba Rita la de Llau sobre el querer del caballo: “P’arriba no me apures, p’abaju no me cargues; correr por tierra llana, tou lo que tú mandes”.

Angel y José Toledo, dos de sus hijos, siempre llevaron el apodo sobre el apellido, que no sus dos hermanas ni Dolores, la nieta, como si fuera cosa de varones, porque el bisnieto Antonio Díaz, nacido ya en El Berañizu, también lo sobrellevó. No obstante, la tierra que caltuvo el ideal de familia, desde Toledo “el vieyu” hasta Ángel, fueron los praos de El Canellu, porque el pastor siempre es del monte. Abajo, en la casería la voz del ama reparte las tareas, que para ella van de estrella a estrella y en invierno a candil, cuidando casa, animales, críos y mayores hasta el último de sus días.

Cuentan que Ramón Castaño, cuando sintió que se iba, dijo: «Coge-y un burru y llevame a Tospe”porque de allí se veían los invernales de su vida. Nunca pudo saber que en 1952 «se iguó la casa nueva”, como dicen sus tejas, ni que en el año 2.000 arrancaba la Casa de Aldea “El Berañizu”, una de las primeras en la comarca.

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El Fielato, 9 de julio, 2025.